El Periódico: «El Poblenou lucha por mantener el sabor de barrio»…

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El ‘boom’ turístico y la reactivación del 22@ ponen en alerta a un territorio cuya transformación no ha parado desde la apertura olímpica

El rico tejido asociativo del barrio de moda se organiza para defender ese carácter genuino que atrae a viajeros y vecinos con mayor poder adquisitivo

HELENA LÓPEZ / BARCELONA

 

SÁBADO, 13 DE MAYO DEL 2017 – 20:38 CEST

Entre albañiles con casco y chaleco y el característico rugir de las hormigoneras, una valla publicitaria con un eslogan: «Fes de l’espai casa teva». Anuncia los pisos que se están levantando en el goloso solar, al final de la rambla del Poblenou, casi en primera línea de mar. Viviendas de 105 metros cuadrados «útiles» -así se presentan- que se venden sobre plano a 710.000 euros, según indica su página web. El lujoso edificio se está construyendo sobre uno de los terrenos que, durante el invierno del ladrillo, el vecindario okupó y convirtió en huerto. Uno de muchos. A pocos metros, en la coqueta calle de Fernando Poo, donde crecieron los tomates del primer huerto ‘indignado’ del Poblenou -lo bautizaron así porque se hizo con tierra procedente de la huerta del 15-M en la plaza de Catalunya-, también se han empezado a levantar pisos.

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Las altas grúas, que vuelven a dominar el cielo, hacen sombra a la isla de humildes casitas bajas de lo que queda de la vieja barriada de pescadores.

Ese solar de la Rambla no es el único que muestra en pocos metros cuadrados el último y crucial capítulo de la larga metamorfosis de este rincón de la ciudad -iniciada con la transformación olímpica-, de los pocos aún por acabar (ahí aguarda Pere IV). Donde se cruzan las calles de Llull y de Pamplona, un flamante hotel ocupa el espacio que hace un lustro acogió uno de los asentamientos de barracas que florecieron en los solares que el enfriamiento del 22@ dejó abandonados en el corazón de lo que otrora fuera conocido como el Manchester catalán.

LA ÚLTIMA VUELTA DE TUERCA

«El turismo es solo la última vuelta de tuerca de la transformación del barrio, un pasito más en el proceso de gentrificación iniciado hace 25 años; el último y el más evidente», señala el antropólogo José Mansilla, vecino del Poblenou y miembro del Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà. «La sustitución progresiva de vecinos, el problema de fondo, no se muestra de forma tan evidente como las riadas de turistas bajando por la Rambla hacia la playa», añade Mansilla, para quien «el monstruo» hace 10 años era el 22@.

 

A ojos de este antropólogo, «el turismo no es malo de por sí; tener un mes de vacaciones al año es una conquista de la clase obrera -diserta-. El problema viene con el monocultivo. Cuando el turismo impide que se generen otro tipo de relaciones. Otro tipo de actividad». Algo que ha sucedido en barrios de Ciutat Vella y que el rico tejido asociativo del Poblenou no está dispuesto a permitir.

VISUALIZAR EL MALESTAR

Para que el barrio -de moda, tanto entre turistas como entre barceloneses de clase media– siga siendo eso, un barrio, vecinos se han unido en la plataforma Ens Plantem, la convocante de la concurrida -para ser una acción de barrio- manifestación de hace una semana, que hizo evidente la tensión que vive la zona.

El presidente de la asociación de vecinos, Salvador Clarós, comparte con Mansilla el diagnóstico sobre la gentrificación, pese a no gustarle la palabra, pero es más optimista en cuanto a las puertas que abre la reactivación del distrito tecnológico. Lejos de verlo como un «monstruo», Clarós lo lee como una oportunidad. «La clave está en la regulación. El libre mercado no hará la ciudad que queremos». En esa línea, Colau ha resucitado –Trias la cerró en el mandato anterior– la comisión municipal para liderar de forma pública la transformación del lugar.

La senda que coja el futuro del 22@ -donde se han quintuplicado las consultas para construir, según datos municipales- marcará también el ritmo del proceso de sustitución de la población. «El barrio pronto no será de los vecinos. Está subiendo tanto el precio de los alquileres que la gente joven, hijos del Poblenou, se tiene que ir. Y en esa subida tienen mucho que ver los hoteles y los pisos turísticos, por eso ‘Ens plantem'», asegura convencida Montse Milà, miembro de la Xarxa de Suport als Assentaments. Los asentamientos -tanto los campamentos instalados en solares vacíos como las naves ocupadas-, son otra de las realidades que conviven en un barrio marcado por los contrastes, y que la reactivación económica también ha dispersado. «Existir, existen igual, las personas no desaparecen, pero ahora se ven menos», cuenta la activista. En el enclave que acogía la nave de Puigcerdà, en la que vivían 300 jóvenes senegaleses, también han entrado ya las grúas. 

«ECOSISTEMA SINGULAR»

Clarós define el Poblenou como un «ecosisitema singular; un laboratorio de la urbe del futuro en el que colisionan la ciudad del siglo XX y la del XXI». «Y en el interregno de unión siempre surge el conflicto», resume. Un conflicto que toma distintas formas: una de las más evidentes, la guerra en la supermanzana.

«El tejido urbano tiene que ser harmónico. Lo que no puede ser es construir dos hoteles en una misma manzana, en la que ya hay dos hoteles más, como pasa en Llull«, prosigue el líder vecinal. Dos hoteles -cuya licencia fue concedida en el mandato anterior, de forma previa a la moratoria y al actual PEUAT, que no los permitiría– que se han convertido en todo un símbolo. Aún más tras el desalojo de tres bloques de pisos motivado seguramente por las grietas provocadas por los movimientos de tierras para la construcción de los hoteles. El suceso encendió aún más los ánimos en un vecindario ya alterado por la masificación turística. El turismo les expulsaba literalmente de sus casas.

«MÁS ESCUELAS Y MENOS HOTELES»

Pese a ser la más mediática, la manifestación del 5 de mayo no fue la única convocada en el barrio el pasado fin de semana. El domingo, 7, otra marcha sacó a la calle a decenas de vecinos, de los que no dan el barrio por perdido. Convocada por la Plataforma por la Educación Pública del barrio, la manifestación reivindicaba la construcción de escuelas e institutos. Un barrio con una gran cantidad de niños y una notable falta de plazas escolares públicas (en el barrio hay un 70% de demanda para colegios públicos). «Estamos hartos de barracones, de ‘bolets’ y de ampliaciones de ratios. Hacen falta escuelas, no hoteles. El Poblenou es un barrio, no un ‘resort'», concluyen.

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mayo 14, 2017

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